El Pescador.

El pescador.

A cada amanecer surcaba la mar con su barquita en el horizonte de la playa, para pescar el sustento de cada día. Entonces sus ojos divisaban en la cercanía de las doradas arenas de la cala, a su deseada musa  que se doraba con los tenues rayos del primer sol del día.
Su cuerpo desnudo, hermoso y delicado cautivaba al pescador, que solo acertaba a contemplarla.
Para él era el fruto prohibido que jamás podría degustar, por lo que continuaba con su faena hasta que consideraba que había pescado lo necesario.
Pero aquel día la mar casi lo devolvió a la playa, encontrándose con la bella joven, que para sorpresa del rudo hombre de mar, la bella le regaló una sonrisa.
Era hermosa a rabiar, sus senos llenos armonizaban un busto precioso, acabando en las piernas más hermosas que jamás había conocido.
Los bellos ojos de la mujer hablaban de amor, y en su rostro hermoso resaltaban unos cálidos labios que destilaban pasión.
Quizá el lenguaje de los sentidos les hizo hablar de amor, mezclaron sus sentimientos y sus cuerpos iniciaron una  sensual y bella danza.
Mientras los primeros rayos de sol encendían las sombras del amanecer, sus labios se unían para beber de una pasión no contenida que no debía acabar nunca.
Los tiernos besos, daban paso al cumplimiento de un limpio deseo. El amarse hasta el infinito, el convertirse en uno.
Luego cada amanecer pescarían siempre juntos.

Efe.

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