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El coche de Mariano.
Me suenan los recuerdos de mi niñez, de allá por los años sesenta en mi querido Madrid. Aunque tocábamos ya la prosperidad que venía de allende nuestras fronteras, la vida nos dejaba pocas salidas. Pero nuestra ilusión fue básica para llegar hasta hoy.
Quizá fueron tiempos difíciles, pero yo tuve la suerte de vivirlos alegremente, las golosinas eran para los Domingos y los Padrinos me compraban el tebeo, o las andanzas de Roberto Alcazar y Pedrín.
los domingos íbamos a tomar el aperitivo a la terraza de un café en la plaza del Callao, donde pedían patatas a la inglesa que sabían a gloria, en fin todo un lujo para mí.
Aunque la lambretta era un moderno artilugio, que el Padrino usaba para sus correrías,que además en contra de mi sufrida Madre, servía para recogerme a la salida del colegio. Los compañeros se morían de envidia y nosotros salíamos a todo petardear calle arriba.
Pero claro luego estaba el coche de Mariano. Un Citroën de los llamados pato, era negro brillante, pues fue antes taxi que turismo. Mariano era un pequeño artesano, mitad industrial al estilo de la época, Trabajaba de sol a sol para sacar su jornal, que luego gastaba en cosas sencillas. El referido taxi tenía ya una vida por delante, que su Amigo el mecánico del barrio, había apañado para un buen rato.
Mariano amigo de los más íntimos de la familia, nos invitaba a la chiquillería a ir de excursión a la casa de campo, que con la merienda era las delicias de todos nosotros.
Solía ser en primavera, por cierto esta venía en serio detrás del invierno, por lo que todavía estaban curándosenos algún sabañón. En aquella época los sabañones fastidiaban más que los piojos, pero era primavera, lucíamos los pantalones cortos y a la casa de campo nos encaminábamos.
Mariano y Señora iban delante, y sus dos hijos un servidor y mi madre atrás. Mi padre trabajaba los domingos. Pues era camarero no hostelero como se diría hoy.
Sacábamos las tortillas, los mayores vaciaban la bota y a nosotros nos daban agua de litines, que era agua con bicarbonato y limón.
Esos eran algunos de los lujos que se podían disfrutar en aquella época, pero desde luego nosotros dábamos envidia y a mí me dejaron muy buenos recuerdos.
efe