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Las llamas del hogar iluminaban la estancia de la cabaña, creando un ambiente calido y al mismo tiempo embriagador.
Las sombras de los amantes se proyectaban en las paredes encaladas del refugio y allí ambos se confesaron su amor.
Reían y gozaban al tiempo que sus cuerpos iniciaban una danza llena de pasión para acabar en un trance inmenso.
Una vez más la magia del amor había recuperado dos vidas inmersas en la mutua incomprensión durante mucho tiempo.
El la ofreció su sumisión y ella recogió su entrega para saborear su poder dentro de su corazón. Una vez más se firmó una historia de amor.
Después ella le entrego una carta donde había escrito el resumen de sus pensamientos.
Quizá la vida pase y mis años se lleve,
Aclare mis cabellos y haga surcos en mi cara.
Y mis pasos lentos.
Pero no habrá un quizás,
para el recuerdo de un amor tan inmenso,
de pasión desenfrenada,
de erotismo perfecto,
que me suban hasta las nubes,
y me haga girar por el Universo.
Hasta quitarme el aliento,
para luego dejarme caer lentamente,
como una pluma cae en el suelo.
Siempre serás mío.
Lady Lorena.
El leyó el poema y con un sentir profundo se fundió en un abrazo con ella, para volver a jurarla amor eterno.
efe
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