La caminata


Embalse de Valmayor   Fuente de la imagen
La caminata.
Amanece un día de Enero, frío y desapacible, brillando esa luz distinta en el  cielo de Madrid, sus grises se mezclan con las trasparencias de un sol lejano, creando una luz mágica, distinta e irrepetible.
El paisaje campestre se ha desnudado de los ocres del otoño, para teñirse de grises, o azules, mientras la luz de la mañana ya crecida se refleja en el espejo que ha dejado la helada nocturna.
Salgo a caminar con la fiel zula. La perra olisquea, trota y disfruta de la libertad de sentirse suelta. Yo cargo las pilas y hablo con mis pensamientos, recopilo mis momentos mágicos, hago planes para el futuro.
Arriba una pareja de mirlos desgranan sus cantos, volando hacia el monte de Abantos, zula intenta participar de sus juegos, pero la diferencia propia de su especie parece que no lo propicia.
Seguimos nuestra caminata, hasta llegar a Valmayor, deteniéndonos para disfrutar de nuestro regalo matinal, oliendo, sintiendo el frío en el rostro, empapándonos con el  rocio de la mañana.
En el camino hacemos amigos, compartimos risas, caminamos juntos un trecho, para   seguir cada uno por otra senda.
Avanza la mañana respiro fuerte, siento que estoy feliz, que soy capaz de seguir disfrutando, deseando dar y transmitir esta paz , sintiendo vitales ganas de vivir.
Después bebemos agua, calibro mi fatiga y emprendemos el retorno a casa.

Posdata:


Me contó un día ya lejano, un buen amigo.
“Un minuto en la vida no se vive dos veces”.
Por lo que yo me aplico al cuento.