El Ama de casa.


2Photo credit: mark sebastian via Foter.com / CC BY-NC-SA

El Ama de casa.

Como cada mañana Silvia, desayunaba con su marido, antes de levantar a los niños. Disfrutaba de una economía holgada, en la que a sus hijos no les faltaba de nada, siendo su marido un triunfador al uso.
Pero aquella mañana sintió el impulso de estar guapa, dejó a los niños en el colegio y se encaminó al salón de belleza donde habitualmente se acicalaba. Después decidió tomar un aperitivo en su terraza favorita, aprovechando el buen tiempo. Su corta falda enseñaba unas piernas todavía muy bonitas, dado que aún no había cumplido apenas los cuarenta, era algo normal en una mujer que sabía cuidarse.
Pensaba en como era su vida, tenía más de lo que necesitaba, pero se sentía enjaulada, eso sí en una jaula de oro. Era la mujer bonita, a la que su marido un ejecutivo de éxito gustaba de enseñar en su brillante vida social. En aquella mañana se sentía insignificante, quizá simplemente una muñeca de lujo.
Enfrente en un portal aparentemente muy lujoso, notó que había un trasiego de personas que entraban y salían continuamente. De repente pensó averiguar qué pasaba, así que no se lo pensó dos veces, pagó al camarero y cruzó decidida al portal para ver si se enteraba de algo.
Con discreción miro las placas que lucían en la fachada, hasta que leyó en letras elegantes. Salón de belleza, tercero izquierda.
Con cierto miedo más que nerviosismo toco el timbre esperando que la abriesen pronto. En pocos segundos se encontró en un recibidor decorado algo especial, la luz tenue le daba un aspecto interesante a la mujer que la recibió. Esta era de mediana edad, no muy maquillada y vestida con un traje clásico que le daba un aspecto elegante.
Hola en este momento no hay ningún chico disponible, pero puede esperar tomando un refresco hasta que podamos atenderla.
Su rostro se tornó en un sonrosado atípico, atinando solo a balbucear unas tímidas palabras.
Perdone yo no buscaba eso. Solo que…
A supongo que no te molesta que te tutee. Le contestó la recepcionista con una presupuesta seguridad.
¿Deseas trabajar con nosotros?
Está vez Silvia estaba más desconcertada aún, pero no fue capaz de decir nada en contra.
La recepcionista con ánimo de hacer la cosa más fácil. Simplemente la hizo pasar a la salita.
Si deseas tomar algo sírvete tu misma, señalándola una pequeña barra de bar.
Aviso a la jefa enseguida. Y se marchó sin hacer ruido..

Continuará.

efe.firma